El robó el cerebro de JFK del Archivo Nacional

>>  viernes, 24 de julio de 2015

¿Quién robó el cerebro de JFK?
http://jralonso.es/ 24/07/2015

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Junto con Washington y Lincoln, John Fitzgerald Kennedy (1917-1963) es uno de los presidentes de Estados Unidos más famosos en todo el mundo. Conocido como John F. Kennedy, Jack Kennedy o JFK, fue el trigésimo quinto presidente, el más joven elegido (43 años), el único católico y el último de los cuatro que fueron asesinados durante su mandato junto con Lincoln, Garfield y McKinley.

La presidencia de Kennedy no fue precisamente tranquila y diversos problemas políticos dejaron varias veces al planeta al borde de la Tercera Guerra Mundial: la fracasada invasión de bahía de Cochinos, la crisis de los misiles soviéticos en Cuba, la construcción del Muro de Berlín y el inicio de la Guerra de Vietnam están en el debe de un presidente que, por otro lado, vivió el nacimiento del movimiento por los derechos civiles y creó la imagen de un hombre telegénico y cargado de energía, preparado para un mundo nuevo: joven héroe de guerra, escritor ganador del Pulitzer y deportista,
 camelotun presidente que mandó construir en la Casa Blanca una piscina y una casa en un árbol, capaz de plantar cara a Nikita Khrushchev -comisario político en la defensa de Stalingrado- y de seducir a Marilyn Monroe.
Como es de todos sabido, John F. Kennedy fue asesinado el 22 de noviembre de 1963 en Dallas, Texas. A las 12,30 horas la comitiva presidencial, con un descapotable donde iban el presidente, Jackie, el gobernador John Connally y su esposa enfiló la calle Elm. En ese momento se oyeron tres disparos y el presidente recibió dos balazos, uno de ellos, probablemente el tercero, en la cabeza. Fue trasladado inmediatamente al Hospital Parkland donde vieron que estaba «moribundo» y con una herida mortal de necesidad. De hecho, según alguno de los presentes «le faltaba media cabeza». Media hora después del atentado fue declarado muerto1355927614_jfk                                                                                                                                                      
El contralmirante Dr. George Burkley, su médico personal, certificó como causa de la muerte «herida de bala, cráneo» y firmó el certificado de defunción.

El forense del condado de Dallas, Earl Rose, estaba en el Parkland cuando le dieron la noticia. Fue hacia la sala de traumatología encontrándose en una habitación con Jacqueline Kennedy y el padre Oscar Huber, un sacerdote, que le había administrado a JFK los últimos sacramentos. Roy Kellerman, agente del Servicio Secreto y el Dr. Burkley se acercaron a Rose y le explicaron que no había tiempo para una autopsia porque la Sra. Kennedy había dicho que no abandonaría Dallas sin el cuerpo de su marido. A su vez el vicepresidente, presidente en funciones ya en ese momento, estaba en el Air Force One esperando a la Primera Dama. Rose se negó, les explicó que según las leyes de Texas, el cuerpo del presidente no se podía sacar del hospital antes de que se le realizara la autopsia y se puso en la puerta, acompañado de un policía para evitar que abandonasen el hospital. Por su parte, los hombres del Servicio Secreto colocaron el cuerpo de Kennedy en un ataúd, lo subieron en una camilla y lo empujaron fuera del hospital. Algunas declaraciones hablan de que los hombres del servicio secreto sacaron las armas y pusieron a los policías locales contra la pared mientras que otros se limitan a decir que salieron por la puerta del hospital con la camilla y el féretro, apartaron a Rose y al policía y se marcharon de allí.

El cuerpo del presidente fue trasladado al Air Force One, el avión presidencial, le subieron por la puerta posterior, quitaron una fila de asientos en el compartimento de pasajeros y lo colocaron allí.
President Kennedy galleryPoco después, el vicepresidente Lyndon B. Johnson juraba el cargo de presidente en el propio avión con Jacqueline Kennedy a su lado, con su vestido todavía manchado de sangre y el cuerpo del presidente, todavía caliente, en la parte trasera de la aeronave. Al llegar a Washington, el cuerpo se trasladó desde la base aérea de Andrews al cercano Hospital Naval, en Bethesda, Maryland, para hacerle la autopsia. El hospital fue elegido al parecer por Jacqueline Kennedy atendiendo a que su esposo había sido oficial de la Marina. Acompañaron al cuerpo, la viuda, el fiscal general y tres agentes del servicio secreto. La autopsia comenzó a las 20 horas aproximadamente y terminó pasada la medianoche. Como no podía ser de otra manera, es muy detallada y describe las heridas causadas por dos balas, una en la espalda, cerca de la base del cuello, que le saldría por la garganta y otra en la cabeza que entró por la parte posterior, cerca de la coronilla, daño gravemente el hemisferio cerebral derecho y generó un boquete en la parte lateral del cráneo de 13,5 cm de diámetro.
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Tras la autopsia, el cuerpo fue trasladado a la Habitación Este de la Casa Blanca, donde permaneció hasta el domingo con una guarda presidencial. Ese día, dos después del magnicidio, Oswald fue asesinado por Jack Ruby cuando iba a ser trasladado de prisión y el ataúd fue transportado en un armón de artillería arrastrado por caballos hasta el Capitolio donde se instaló la capilla ardiente. Al día siguiente se realizó una misa en la catedral de San Mateo, el funeral de estado y posteriormente el entierro en un pequeño terreno en el Cementerio Nacional de Arlington. Los primeros tres años tras su muerte en torno a 16 millones de personas visitaron su tumba. El 14 de marzo de 1967 el cuerpo fue trasladado a un memorial permanente en el mismo cementerio. Curiosamente, a petición de la viuda, la guardia de honor en el funeral no fueron militares americanos sino los cadetes del Ejército de Irlanda. En ese mismo recinto fueron enterrados dos hijos suyos que murieron en el útero o recién nacido, su hermano Robert tras ser asesinado en 1968, su hermano Ted y Jacqueline. Una llama eterna marca el recuerdo de John F. Kennedy y los demás miembros de su familia.

Una semana más tarde del magnicidio, el nuevo presidente, Lyndon B. Johnson creó la comisión Warren para investigar los hechos, llamada así por estar presidida por Earl Warren, juez presidente del Tribunal Supremo. Los resultados de esta comisión, básicamente que el asesinato fue un acto individual de Lee Harvey Oswald, han sido ampliamente discutidos y aún hoy dos tercios de los norteamericanos piensan que no es cierto, que hubo mucha más gente implicada y que distintos intereses confluyeron para matar al presidente.

En 1976 el Congreso de los Estados Unidos estableció una nueva comisión (United States House Select Committee on Assassinations) para investigar los hechos en torno a la muerte de presidente. Tres años después emitían su informe final en el cual concluían que el asesinato fue una conspiración en la que hubo complicidades activas o pasivas del propio gobierno norteamericano. El Departamento de Justicia, el FBI, la CIA y la Comisión Warren eran duramente criticados por el pobre desempeño para esclarecer los hechos y el Servicio Secreto fue tildado de deficiente por los fallos cometidos en la protección del presidente. El comité también reevaluó la autopsia. Para ello juntó un panel de nueve forenses, ocho de los cuáles eran responsables de las principales jurisdicciones locales de los Estados Unidos y habían hecho, en conjunto, más de 100.000 autopsias. Sus resultados se basaron en las radiografías y las fotografías existentes, comprobaron su autenticidad comparándolas con registros fotográficos y dentales del presidente y entrevistaron a todas las personas presentes en la autopsia.
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Estos expertos concluyeron que las dos balas disparadas desde atrás eran consistentes con las imágenes, dieron una explicación para el brusco movimiento hacia atrás de la cabeza del presidente en la película de Zapruder —una contracción de los músculos de la espalda por el daño neuronal causado por la bala— y criticaron parte del procedimiento de la autopsia original, indicando que la entrada de la herida de la cabeza no estaba correctamente descrita, que el informe era incompleto y que las heridas de entrada y salida en la espalda y el cuello no estaban correctamente referenciadas. También encontraron evidencia acústica de la presencia de un segundo rifle pero concluyeron que ese segundo francotirador no hirió al presidente y por lo tanto no era significativo para la evaluación de la autopsia. Entre los resultados del comité había uno al que no se le prestó demasiada atención: los materiales biológicos que se habían recogido durante la autopsia, en particular el cerebro del presidente, habían desaparecido.

Después de la autopsia, el cerebro fue colocado en un tarro de acero inoxidable con una tapa a rosca, se supone que con formol u otro conservante y se almacenó bajo llave en un archivador de
 la Oficina Ejecutiva del presidente. loffit_robert-kennedy_14

El 22 de abril de 1965, Robert F. Kennedy, por entonces senador, envió una carta al Dr. Bourkley pidiendo que trasladaran esos restos a la Sra. Evelyn Lincoln, la antigua secretaria personal del presidente Kennedy, que estaba ordenando sus papeles y objetos personales, para enviarlos para su conservación a los Archivos Nacionales. La carta también indicaba que el material no se debía entregar a nadie sin acuerdo explícito del propio Robert. Antes del traslado, Bourkley y varios agentes del servicio secreto hicieron un inventario detallado, el primero que se hacía, que recogía un contenedor de acero inoxidable con los restos del cerebro de Kennedy, secciones histológicas, extensiones sanguíneas, trozos de hueso, fotografías y radiografías de la autopsia.

El 31 de octubre de 1966, precisamente el día de Halloween, se descubrió que no solo el cerebro sino el archivador y todo el material biológico de la autopsia había desaparecido. Los restos no fueron enterrados en la tumba en Arlington y faltan del inventario los siguientes:
1 caja de plástico con bloques de parafina para hacer secciones histológicas
1 caja de plástico con bloques de parafinas y 35 secciones histológicas
1 caja con 84 secciones histológicas
1 contenedor de acero inoxidable de 7 x 8 pulgadas (que contendría el cerebro de Kennedy)
3 cajas de madera con 58 extensiones sanguíneas realizadas a lo largo de distintas épocas de la vida del presidente Kennedy.



Cuando se ha seguido la pista a qué pudo pasar parece que Angela Novello, la secretaria personal de Robert Kennedy, se llevó los materiales biológicos de la oficina de la Sra. Lincoln, siguiendo órdenes de su jefe y con el conocimiento de Herman Kahn, archivero de las bibliotecas presidenciales. En su dictamen 150 el comité dijo «Consecuentemente, aunque el comité no ha sido capaz de descubrir ninguna evidencia directa del destino de los materiales desparecidos, la evidencia circunstancial tiende a mostrar que Robert Kennedy o destruyó estos materiales o de de otra manera hizo que fueran inaccesibles».

¿Y por qué Robert hizo desaparecer el cerebro de su hermano? Los que creen en una conspiración piensan que el encéfalo desaparecido habría podido demostrar que Kennedy no murió por los disparos de Lee Harvey Oswald, sino que recibió el balazo desde delante, que fue asesinado por otro francotirador. Sin embargo, los registros de la autopsia son claros en los impactos por detrás de ambas balas y otras posibilidades parecen más plausibles: John F. Kennedy tenía una salud muy frágil: enfermedad de Addison, hipotiroidismo, dolores crónicos…
 que fue ocultado a la opinión pública.

jfk-rfk-a_jpgEntre sus médicos estaba el Dr. Max Jacobson, alias Miracle Max o Dr. Feelgood, que trataba a sus ricos clientes con un cóctel de anfetaminas, hormonas, células animales, esteroides, placenta, vitaminas y analgésicos que al parecer dejaba a sus pacientes como motos, aunque con problemas de hiperactividad, hipertensión, trastornos del juicio, nerviosismo y otros) y que visitó a JFK 34 veces para administrarle su medicina mágica. Parece probable que Robert Kennedy hizo desaparecer el cerebro de su hermano para mantener su imagen, su legado, para esconder las enfermedades del presidente o para no dejar rastro de los fármacos y/o drogas que estaba tomando.
Autor: 

José Ramón Alonso

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